La diversidad sexual a través del tiempo
Ana Luisa Samaniego
De acuerdo con la Real Academia de la Lengua Española, la palabra diversidad significa: variedad, desemejanza, diferencia. En este sentido, cuando se habla de diversidad sexual, se hace referencia a la gran variedad de expresiones en que la sexualidad humana puede manifestarse. De acuerdo con Jeffrey Weeks, la diversidad implica un continuo de conductas en el que un elemento no tiene mayor valor que cualquier otro.
La diversidad sexual abarca las potencialidades sexuales como el sexo, el género, el erotismo, la afectividad y la reproductividad. Incluyendo sexualidades “plurales, polimorfas y placenteras” como la homosexualidad, el lesbianismo, la bisexualidad, así como la identidad de género ya sea como identidades esencializadas o como prácticas sexuales sin carácter identitario. De hecho, se considera que la noción de diversidad sexual es relativa y abierta al cambio y a la inclusión de nuevas identidades de acuerdo con el momento histórico y el contexto cultural específico. También es importante considerar que la diversidad sexual incluye identidades plurales diversas en su interior.
Si bien algunas sociedades han establecido normas sexuales distintas, la diversidad sexual marca una distancia respecto de “la norma” que, en algunas religiones, como las basadas en la Biblia, suele considerarse como única e inamovible, al grado que dicha norma se ha llegado a considerar como “lo natural”, excluyendo todas las otras posibilidades como “actos contra natura”. Es decir, que lo que existe en las posibilidades de expresión humana, se prohíbe, en aras de lograr sociedades pronatalistas, donde el único acto sexual legítimo es el que tiene la posibilidad de engendrar un nuevo miembro de la especie: el acto heterosexual. Así, la masturbación, la penetración anal, el coito interrumpido, la homosexualidad, tanto masculina como femenina, la felación y el cunnilingus son dejados fuera de lo permitido y considerados como pecado.
La década de los años sesenta del siglo XX, vio el nacimiento de una serie de actitudes contestatarias al sistema de regulación de la sexualidad. La invención de la píldora anticonceptiva y su uso masivo en los años sesenta, permitió que las mujeres tuvieran acceso al placer sexual sin tener que preocuparse por un posible embarazo. La virginidad entre ellas empezó a pasar a un segundo plano. La revolución sexual se abría camino.
El 28 de junio de 1969, ocurrieron en Nueva York los disturbios de Stonewall. Este evento dio lugar a un movimiento de liberación gay de carácter masivo. Por primera vez, más allá de los círculos académicos o de grupos específicos, gays, lesbianas, transexuales, travestis, etcétera, reivindicaron su derecho a existir de manera plena y a la luz del día. Sin embargo, poblaciones que se habían agrupado genéricamente bajo el manto del movimiento gay, como las mujeres lesbianas empezaron a reclamar su visibilidad y otras poblaciones empezaron a reconocer sus propias especificidades. No todos los travestis son homosexuales, ni todos los homosexuales son transgénero, y cada una de estas poblaciones tenía demandas específicas. Para los años 90 ya se hablaba de la diversidad sexual, para designar a las poblaciones no heterosexuales, sin tomar en cuenta que dicha diversidad está compuesta por las partes del todo sexual, y que por lo tanto incluye también las formas que asume la heterosexualidad. El concepto “diversidad” sólo puede ser usado para caracterizar a una totalidad de unidades de una especie, no a una parte del todo”. Tanto en la calle, como en la academia, cada grupo que se percibía fuera de la norma heterosexual iba adquiriendo conciencia de sus propias características distintivas. De esta manera fue surgiendo el acrónimo LGBTTTIQA, que agrupa, pero a la vez distingue, a lesbianas, gays, bisexuales, travestis, transgénero, transexuales, interesexuales, queer y asexuales siendo gran parte de la diversidad sexual en la que los seres humanos convivimos.
Como vemos, la visibilización de la diversidad sexual ha llegado para quedarse y es nuestro deber como sociedad, respetar la diversidad ya que todas las personas somos distintas pero iguales en derechos.